dissabte, 24 d’agost del 2019

Diumenge XXI (C) - 2019



Lecturas:

  1. Is 66, 18-21
  2. Ps 116
  3. He 12,5-7.11-13
  4. Lc 13,22-30





Queridos hermanos y hermanas,

se va acabando el mes de agosto. Los que habían marchado de vacaciones empiezan a volver.


En este ambiente de reencuentro, de alegría, de ver ya ante nosotros el inicio de un nuevo curso, el evangelio de hoy nos presenta a Jesús en camino hacia Jerusalén, y nos recuerda que nuestra vida es camino, camino hacia la Jerusalén definitiva, la Jerusalén del Cielo.

Os invito a que nos fijemos en qué hace Jesús en este camino::



“atravesaba ciudades y pueblos enseñando”

Es decir, iba al encuentro de la vida: de las gentes que encontraba, que iban o volvían del campo o de sus negocios, aquel enfermo que se le acercaba, aquel que estaba sentado en la plaza esperando a ser contratado, aquella mujer que iba a la fuente, el extranjero que iba de viaje y con el que compartía un rato del camino hacia Jerusalén,... tantas y tantas historias de personas que encontraba en su camino.

¿Y qué hacía Jesús?: ¡Enseñaba!

Su encuentro con las personas, no era un encuentro superficial, era un encuentro que intentaba llegar al fondo de la persona y transformarla con el anuncio de la Buena Noticia del Reino. El anuncio Jesús siempre lo realizó de Palabra y con signos que confirmaban lo que su Palabra anunciaba: Que Él era el Mesías, que el Reino de Dios había llegado.

En este contexto, se produce este diálogo sobre la Salvación, en el que Jesús les pone una paràbola. En esta parábola los que han sido rechazados y han quedado fuera del Reino, dicen:


“Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas”

Le están diciendo a Jesús que le han conocido, que le han escuchado, que han compartido momentos de la vida, y que esperaban por ese mérito poder entrar al Reino de Dios, poder salvarse.

Pero la respuesta de Jesús es dura y aclara cual es el camino del Evangelio:


“‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!”

En catalán nos dice “els qui heu obrat el mal!"

No hay suficiente con haber conocido a Jesús, no es suficiente haber comido con Él, hace falta algo más: Haberse dejado transformar por Él, haber hecho vida el Evangelio, y haber sido así constructores del bien común, del bien del prójimo, constructores del Reino aquí..

Esta advertencia de Jesús a la gente de su tiempo, que algunos biblistas creen que también iba ya dirigida a las comunidades a las que escribe San Lucas, también va dirigida a nosotros:

No es suficiente con ir a misa cada domingo o cada día, rezar, comulgar, confesarse, haberse confirmado, casarse por la Iglesia, ser ordenado sacerdote o diácono, o profesar en una congregación religiosa, o formar parte de tal o cual movimiento apostólico ... todo esto es camino para lo más importante:
Dejar que Cristo transforme nuestro corazón, dejar que Cristo transforme nuestra vida, para ser, todos nosotros también, signos eficaces y visibles del Reino de Dios, como personas y como comunidad.

¿Lo somos?

Y acaba la parábola:

“Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur,
y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios.”

Es decir, vendrán aquellos que no esperamos ni imaginamos y nos pasarán delante en el Reino de Dios, porque al final lo que cuenta es si hemos dado la vida por Amor y si hemos sido constructores de un mundo nuevo más justo y solidario que anticipe en la Tierra el Reino de Dios.





Pongámonos manos a la obra.