dissabte, 17 d’agost del 2019

Diumenge XX (C) - 2019



Lecturas:
  1. Jr 38,4-6.8-10
  2. Ps 39,2-4.18
  3. He 12,1-4
  4. Lc 12, 49-57




Queridos hermanos y hermanas,

un fin de semana más nos encontramos como comunidad alrededor de la Palabra y de la Eucaristía.


La semana pasada el evangelio nos hablaba del camino hacia el Reino, un camino exigente, de donación y entrega personal y comunitaria.

Hoy Jesús nos abre su corazón, y nos expresa su deseo:

Que el fuego del Amor de Dios, el fuego del Espíritu sea el motor de la humanidad, que ya sea realidad la Salvación para todos, que el Reino de Dios esté ya implantado en el mundo. Este fuego en el corazón de Cristo arde de amor a Dios, de pasión por Dios, y de compasión por nuestros hermanos y hermanas más pequeños.

Él sabe que este deseo pasa por un acontecimiento ineludible: su Muerte y Resurrección sin las cuales la Salvación de la humanidad no puede culminarse.

Pero Él conoce bien el corazón humano, y avisa a sus discípulos que el camino del Evangelio no es fácil, que será acogido por unos y perseguido por otros, incluso en la propia familia. Y esto lo vemos cada día a nuestro alrededor, y vemos como no cesa la persecución a los que dan su vida por los oprimidos.

El camino del Evangelio es un camino de conversión en el que no todos entran, al que no todos comprenden, al que muchos se oponen porque los saca de su zona de confort, de seguridad y los deja a la intemperie del contacto con el otro, del encuentro con Dios.

El evangelio nos hace una llamada a la conversión, escondida, pero que podemos descubrir.

“Vosotros sabéis entender el aspecto de la tierra y del cielo, ¿y no sabéis entender el tiempo que vivís?” (v. 56)

Esta recriminación que hizo a sus discípulos nos la puede hacer a nosotros que hemos recibido el anuncio de la Buena Noticia del Evangelio, que sabemos de su Muerte y Resurrección.

Aquella gente veían los signos que Jesús hacía y que les anunciaba el Mesías, nosotros leemos esos signos a la luz de la Pascua.

Sí, como ellos, vivimos el tiempo definitivo, vivimos el tiempo de la Salvación.

Vivimos el tiempo de la conversión, de mirar hacia Dios y en esta mirada hacia Cristo Muerto y Resucitado descubrirlo vivo y presente que nos llama en nuestros hermanos y hermanas más necesitados.

Dejemos que nuestro corazón arda ante su Palabra, dejemos que nuestro corazón arda de amor y agradecimiento al recibir la Eucaristía, dejemos que nuestro corazón arda de compasión por aquellos que sufren. Si miramos las noticias veremos los refugiados a bordo del Open Arms i del Ocean Viking, oremos por ellos, llevémoslos en el corazón y un poco más. Y pensemos en los que están aquí, en los menores lejos de sus familias, en los que no tienen techo, o en los que están en los hospitales o en las prisiones,... todos ellos están en el Sagrado Corazón de Jesús siempre inflamado de amor y compasión. Que también lo estén en el nuestro.

Tengamos hoy un recuerdo especial por las víctimas de los atentados de hace dos años en la Rambla y Cambrils, dos de los cuales eran vecinos de nuestra ciudad, oremos por sus familiares, y oremos también por la conversión de los que cometieron e idearon esos atentados.

Que el calor del fuego del amor de Cristo llegue a los corazones, los transforme y los convierta. Que nosotros seamos signos de ese amor.